Envidia sana de ver campos llenos en la segunda división inglesa, de ver aficionados de bufanda y compromiso. Espacios cubiertos de harmonía familiar, de pasión hacia el bello deporte balompédico y donde las aficiones contrarias pueden animar más que las locales.
En los días donde, día sí y día también vemos imágenes de aficionados valencianitas hartos del desembarco liguero de su equipo. Añoro como nunca aquellas temporadas donde la igualdad y la equidad reinaban de otra manera en la liga de las estrellas.
Entrenadores como Ranieri, Cúper o el recién despedido Rafa Benitez fueron unos de los artífices de la época gloriosa del valencianismo. Quien puede olvidar aquella épica remontada 3-4 en el Camp Nou, tampoco menos reseñables las trepidantes eliminatorias de copa del rey y de Champions League donde el todopoderoso F.C. Barcelona besaba la lona casi siempre. Los “Piojo” Lopez, Mendieta y compañía protagonizaban las pesadillas de los barcelonistas convirtiéndose en el equipo a evitar en todos los sorteos. Grandes épocas aquellas donde el Deportivo de la Coruña era capaz de ganar ligas, las puntuaciones máximas no alcanzaban los 80 puntos y a las finales de la copa del rey solían llegar equipos como el Recreativo de Huelva o el Zaragoza.
Un aficionado al fútbol podía amar el Valencia sin ser valenciano y hasta podía ser del gran Celta de la época del “Zar” Mostovi si me apuras. Pero con todo aquello, llegaron años de sequía en Europa, equipos italianos e ingleses copaban las semifinales y las finales, que decir de la selección. Se debía terminar con la sequía de títulos, ciertos poderes fácticos actuaron y las televisiones subvencionaron la dictadura que vivimos hoy en día con la dicotomía Real Madrid - Barcelona.
Lo atractivo del fútbol está en su esencia y cada día que pongo las noticias deportivas veo que los calzoncillos de Cristiano están bastante alejados de lo que a mí me apasionó. Por el bien de lo local por el bien de lo micro y de lo diverso, apoyemos un fútbol de tod@s, para tod@s y con to@s.